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¿Por qué pienso que soy fotógrafa documental?

Creo que todo el mundo tiene una razón de ser. El motivo por el que algunos no llegan a su propia meta, es la falta de fuerza de voluntad para perseguir un sueño, con todo lo que ello conlleva: motivación, perseverancia, valentía, sacrificio y trabajo, mucho trabajo.

Aunque no os voy a engañar… antes de lo anterior hay otro punto mucho más importante y es que hace unos años esta frase recorría mi cabeza como un gusano en bucle cada día: “para poder cumplir un sueño, hace falta tener uno”.

En mi caso, no es que no tuviera uno, es que lo tuve delante de mí todo el tiempo y no era capaz de verlo por un velo de miedos e inseguridades que tenia entre mis ojos y la cámara.

Gracias a las personas que poco a poco fueron creyendo en mi ciegamente ese velo cada vez fue menos tupido hasta que llegó un día en que todo empezó a clarear, y   aunque todavía a veces flaquea, ahora tengo claro cuál es mi sino: SOY FOTÓGRAFA DOCUMENTAL.

Desde el principio mi fotografía ha tenido una finalidad de registro, de recuerdo de lo real, de representación de un presente que nunca para, para recordarlo en el futuro.

Y ahora os contaré algo que nunca que explicado a nadie hasta hoy.

Por el año 2009, cuando empecé mis estudios de fotografía artística, mi abuela vivía en casa. Cuidábamos de ella por que se le iba un poquito la cabeza, ya se sabe, cosas de la edad… y como en toda buena familia, mi abuela iba rotando a temporadas en casa de sus tres hijos. Eso quiere decir que el intervalo en que veía a mi abuela era cada 8 meses. A los siguientes 8 meses, mi abuela me reconocía a ratos, y hablaba en presente con personas del pasado. A los 8 siguientes, Amelia ya no sabía quien era yo, ni nadie de esa casa, y se pasaba el día abriendo armarios para encontrar comida, e incluso alguna vez intentaba comer cosas que no eran comida. 8 meses más tarde, Amelia ya no era mi abuela (no literalmente), no era la abuela que yo había conocido. Ya no reconocía sus propias manos, ni su voz, ni su reflejo, apenas recordaba cómo andar. Resulta que aquellas confusiones que nos parecían graciosas al principio no eran más que la alarma de una de las enfermedades que más miedo me da desde entonces: el Alzheimer.

Y ¿por qué os cuento esta historia?

Como he dicho, mi mayor temor es perder la memoria, y creo que registrar de alguna manera el presente fuera de la caja de mi mente es la única manera de que lo que he sentido en “x” momento, lo que he visto, y ya no solo eso, sino mi manera de verlo, se preservará para siempre.  Y no se me ocurre mejor manera que una cámara fotográfica como instrumento para guardar todos esos recuerdos. Desde entonces me empecé a obsesionar con hacer fotos a todo lo que me emocionaba o causaba una chispa de luz en mi mente.

Por eso creo que soy capaz de hacer cosas grandes, congelar grandes momentos, por que la motivación de perseguir un sueño y los motivos que me han llevado hasta él, son el motor de las grandes cosas.

Solo necesito personas, proyectos, almas que sigan confiando en mi para crecer, crecer y seguir creciendo como fotógrafa documental.

Esta foto me la hizo mi amiga Paula, por que a veces también pienso que me gustaría recordar momentos que expliquen cosas sobre mi, y esta es una de mis rutinas favoritas: Desayunar con mi amiga del alma :).

COMMENTS: 1
  1. octubre 12, 2018 by JMAC Reply

    Muy bien Clara.
    La segunda parte es que alguien pueda ver tus fotos, que alguien se reconozca en esos momentos. Solamente entonces habrá valido la pena.

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